Invertir en sanidad sin despilfarrar y sin escatimar

Diario La Verdad. Ababol, pp. 75.

Autor: Fernando Ignacio Sánchez Martínez

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Investigadores de la Universidad de Murcia buscan desarrollar modelos que lleven a que los recursos destinados a asistencia sanitaria se utilicen de manera eficiente.

En la nueva etapa tras la crisis de la Covid-19, con unos presupuestos sanitarios desbordados por las exigencias de la lucha contra la pandemia, se va a tener que extremar el cuidado con que se invierte en nuevas tecnologías sanitarias, asegurando que proporcionan un buen retorno social, para lo cual resulta imprescindible medir adecuadamente los resultados en salud.

El investigador de la UMU Fernando Ignacio Sánchez Martínez.

La investigación científica puede resultar muy útil al respecto y en la Universidad de Murcia el grupo Economía de la Salud y Evaluación Económica que dirige Fernando Ignacio Sánchez está desarrollando el proyecto ‘Abordaje de los sesgos en la valoración de estados de salud mediante estrategias ex ante y correcciones ex post’ que, en su opinión, «contribuirá decisivamente a dicho objetivo».

A la hora de tomar decisiones sobre cómo invertir recursos en sanidad, es preciso evaluar los costes que suponen las intervenciones, tratamientos, medicamentos, etc., comparándolos con los resultados en salud que proporcionan. A este tipo de evaluación se la denomina análisis coste-efectividad, y mediante su aplicación puede averiguarse si un tratamiento médico ‘vale lo que cuesta’, esto es, si produce ganancias de salud lo suficientemente importantes como para compensar su coste.

A su vez, la medida de los resultados exige disponer de valoraciones de los estados de salud (enfermedades o problemas) que sean representativas de las preferencias de la población. Para obtener estas valoraciones se han desarrollado diferentes metodologías o técnicas que, por lo que sabemos, están sujetas a sesgos, es decir, pueden desviarse de las verdaderas preferencias de los ciudadanos. Un ejemplo de sesgo sería la tendencia que tenemos las personas a sobrevalorar riesgos muy pequeños, lo cual puede, por ejemplo, traducirse en una falta de adherencia a la medicación, por temor a exponerse a un efecto adverso; o dar lugar a una menor cobertura vacunal por miedo a una reacción.

Explica el investigador de la UMU que «este tipo de sesgos, como resulta evidente, cobran un interés especial en el marco de la actual pandemia. Nuestra hipótesis principal es que los sesgos que surgen cuando se utilizan las diferentes técnicas de valoración de la salud pueden evitarse o, al menos, paliarse mediante estrategias diversas».

En base a eso, el proyecto financiado por la Fundación SénecaAgencia de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia, pretende evaluar hasta qué punto se pueden aplicar procedimientos de valoración de los estados de salud que estén libres de sesgos, así como en qué medida es factible corregir los sesgos que puedan existir en las valoraciones realizadas con los métodos habituales o estándar.

«El primer objetivo tiene que ver con estrategias que tratan de evitar los sesgos antes de que se produzcan (ex ante), lo que exige diseñar procedimientos de medición que sean menos proclives a generar sesgos; esto es, insesgados. El segundo objetivo consiste en ensayar métodos que permitan corregir a posteriori (ex post) valoraciones que sospechamos que están sesgadas. Evitar o corregir esos sesgos es de vital importancia para garantizar un balance coste-efectividad óptimo de los tratamientos y así poder distribuir eficientemente los recursos sanitarios», explica Sánchez.

La contrastación de las hipótesis del proyecto se realiza a través de sendos experimentos, consistentes en la administración a distintas muestras de población de unos cuestionarios interactivos, asistidos por ordenador. Las muestras estarán integradas por estudiantes universitarios que colaborarán de manera voluntaria en el proyecto –reciben a cambio una pequeña compensación económica–.

Los cuestionarios incluyen series de preguntas en las que los participantes han de responder a situaciones hipotéticas en las que deben optar por someterse o no a distintos tratamientos teniendo en cuenta las consecuencias en términos de salud que cabe esperar de dichos tratamientos.

«En este proyecto –dice el investigador– ensayaremos, además, una técnica denominada ‘eye tracking’ que nos permite detectar en qué partes de la pantalla del ordenador (y, por tanto, en qué aspectos del escenario hipotético planteado) se fija más el participante cuando ha de tomar sus decisiones. Esto nos dará información muy importante a la hora de plantear cambios en la forma de plantear las preguntas propias de los distintos métodos de valoración de los estados de salud».

Por el momento, el primer año del proyecto se ha dedicado a revisar la literatura especializada y a diseñar los estudios que se ejecutarán en los siguientes meses. Los resultados no comenzarán a obtenerse hasta que se lleven a cabo los distintos experimentos previstos. Asegura Sánchez que su idea inicial «era realizar algunas entrevistas ‘piloto’ para terminar de ajustar el contenido de los cuestionarios, pero las restricciones de movilidad asociadas a la crisis sanitaria nos han obligado a cambiar el cronograma, cuya ejecución se verá retrasada. Confiamos en que a partir de octubre podremos comenzar a realizar los experimentos y tener los primeros resultados en la primera mitad de 2021».

El investigador hace hincapié en la importancia que tiene «disponer de medidas robustas y fiables de las preferencias de la población en relación con la salud. Estas medidas de resultados, como decía al principio, sirven para valorar de forma comparada, teniendo en cuenta también los costes, los distintos tratamientos e intervenciones sanitarias, con el objetivo de que los recursos destinados a la asistencia se utilicen de manera eficiente, empleándolos donde generan más salud para la población».

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